“LOS CONDES DE VILLAVERDE LA ALTA”
Texto: Manuel Perales Solís
La implantación de la casa de Villaverde en Marmolejo se remonta con total probabilidad al siglo XVIII; la primera titular, de origen montoreño, fue Doña Mariana del Castillo y Escalera primera condesa de Villaverde la Alta, con título concedido en 1758. Su nieta y heredera, María del Carmen Aguayo y Aguayo, cuarta condesa, contrajo matrimonio con el séptimo marqués de Benamejí, Juan Bautista Bernuy y Balda. María del Carmen falleció el 29 de marzo de 1851 y fue enterrada en su finca de Escalera en el Charco del Novillo en el panteón familiar mandado a construir en vida de su hijo.
Como condes de Villaverde le sucedieron su hijo Francisco de Paula Bernuy y Aguayo, quinto conde de Villaverde, y octavo marqués de Benamejí, y a su muerte, la hija de éste, María Teresa Camila Bernuy Jiménez de Coca, nacida en Pedro Abad en febrero de 1840 del matrimonio del marqués con Feliciana Jiménez de Coca Pérez. Esta mujer, natural de Bujalance, no perteneciente al estamento noble pero con la que el marqués de Benamejí mantuvo una larga relación hasta el final de sus días, contrajo matrimonio en “artículo mortis” para que pudieran ser reconocidos los hijos habidos en la pareja.
Al fallecer Francisco de Paula Bernuy, el diario Córdoba publicó una necrológica gracias a la cual conocemos algunos aspectos de la personalidad del quinto conde de Villaverde así como el ritual seguido en los funerales y entierros de la clase aristocrática de la época. Por su interés la transcribo: “El Excmo señor D. Francisco de Paula Bernuy y Aguayo, Balda y Manrique, marqués de Benamejí, conde de Villaverde la Alta, de la Palenciana, mariscal de Alcalá del Valle, grande de España de primera clase, caballero gran cruz de la Real y distinguida Orden española de Carlos III, gentil hombre de cámara de S.M. con ejercicio Maestrante de la Real de Sevilla y Senador del Reino, falleció en esta ciudad a las cuatro y cuarto de la tarde del jueves santo, 25 de marzo de 1866, después de una larga y penosa enfermedad…Huérfano de padre desde muy joven, no se separó del lado de su madre la Excma. Sra. Dña. María del Carmen Aguayo, condesa de Villaverde la Alta, y se dedicó a la administración de la gran parte de su caudal, morando largas temporadas en los pueblos próximos a sus heredades, señalando su residencia con la distribución de continuas limosnas y haciendo otros beneficios y obras de caridad. Habiendo ocurrido la mudanza en el gobierno y apareciendo los partidos políticos, cosa notable, no se afilió en ninguno, y superior a ellos pudo juzgarles en su retiro con toda independencia; pero no siéndole indiferente la suerte de la nación, aplaudía o sentía los bienes o males que ocurrían en la cosa pública. Abstraído por genio y enemigo de figurar, jamás pensó ni en vivir ni en presentarse para ostentación y permaneció en su retiro pues aunque fue nombrado Senador del reino no tuvo por conveniente presentarse a jurar. Como cumplía y era propio de su rango y de su opulencia, siempre estaba dispuesto a aliviar con su caudal los males de la patria y a socorrer las calamidades públicas. Amante de la monarquía, como debía serlo, y de la persona que la representaba, obsequió a su reina (Isabel II) cuando estuvo en esta ciudad, de una manera verdaderamente regia. Afable y moderado con sus dependientes y criados estimaba a los que le habían servido con celo y los remuneraba hasta dar algunas pensiones a los inútiles y viudas. Esta generosa conducta, que deberían imitar los que pertenecen a su alta clase, le captó el aprecio y la estimación general… El martes 3 de abril en la Parroquia de Santiago se celebró un funeral tan solemne como convenía a la dignidad del ilustre difunto, estando el cuerpo presente, que con oportunidad había sido embalsamado, y concurriendo el clero de todas las parroquias con sus cantores. Concluido se puso en marcha el cortejo fúnebre para conducir el cadáver al enterramiento de familia que en la capilla de la posesión de Escalera había construido el ilustre difunto y donde yacen sus padres. Despidió el clero en el cementerio de San Rafael el magnífico carro fúnebre que iba cubierto con un gran paño de terciopelo negro guarnecido de galón de oro y tirado por seis hermosos caballos tordos. Seguían varios coches ocupados por los señores testamentarios, los dependientes y criados de la casa y doce pobres con vestidos nuevos, que llevaban velas encendidas al pasar por las poblaciones, y cerraban la comitiva los guardas de a caballo de sus posesiones. En todas partes recibió el marqués muestras muy notables del aprecio que le habían profesado en vida cuando moraba o frecuentaba aquellos lugares.
En la de Villa del Rio el ayuntamiento presidido por su alcalde le salió a recibir, y en la plaza se hallaba formado el clero que le cantó un responso. A las ocho de la noche llegó el acompañamiento a la posesión de Escalera, y fue recibido el cadáver por numerosos dependientes y amigos con hachas encendidas, y así fue conducido a la capilla, que estaba adornada suntuosamente y alumbrada con gran profusión de luces que daban un golpe de vista sorprendente. Cantósele un solemne responso por el clero de Montoro, en cuyo término se haya la posesión de Escalera, y al amanecer del día siguiente se comenzaron a decir muchas misas rezadas en los tres altares que la capilla tiene, y a las nueve se cantó el oficio de difuntos con toda solemnidad y estando de misa tres curas párrocos. Más de quinientas personas llenaban la capilla y ocupaban el llano que se extiende delante de ella, pintándose en los rostros de todos, el sentimiento y la tristeza que el acto inspiraba. Después fue depositada la caja en la hornacina donde se ha de colocar la urna sepulcral que se labrará por el modelo de las suntuosas de mármol que encierran las cenizas de sus padres. Córdoba 8 de abril de 1866. L.M.R.C.D.”.
Francisco de Paula Bernuy y Aguayo.
V Conde de Villaverde la Alta.
La sucesora en el título, María Teresa Camila Bernuy, sexta condesa, se casó en Córdoba en la hacienda de Las Pendolillas, en el mes de mayo de 1867, con Teodoro Martel Fernández de Córdoba, hijo de la condesa de Torres-Cabrera (1). Refieren las crónicas de la época que tras la ceremonia, los nuevos cónyuges salieron inmediatamente para sus posesiones de Marmolejo donde se proponían pasar la luna de miel.
A la altura de 1876 los condes de Villaverde, es decir la titular, María Teresa, y su consorte Teodoro Tamariz-Martel Fernández de Córdoba poseían suficientes propiedades en nuestro término municipal, como para estar en la lista de mayores contribuyentes locales con una cuota de 1.865 pesetas. En su fábrica de “Santa Teresa”, Teodoro Martel impulsó la extracción de aceites de primera calidad para su exportación. En 1889, recibía el reconocimiento de la prensa de la época por haber conseguido introducir con éxito sus aceites refinados en el mercado de Europa y América latina, cuantificando esa exportación anual en unas doce mil arrobas .
Las posesiones rústicas de la casa de Villaverde en Marmolejo, hemos de situarlas en innumerables predios rústicos repartidos por el término municipal, fundamentalmente en el pago de Cerrada. Allí contaron con la Boca del Río y las Viñuelas de Godoy, siendo su finca más emblemática la antigua casería de la Marquesa de cuyo oratorio el conde cedió el retablo para la capilla del cementerio nuevo de Santa Ana que acababa de construirse en 1900, y la campana de su espadaña para la de la ermita de Jesús. En el término de Montoro dispusieron, igualmente, de fincas tan renombradas como Escalera, Las Prensas, Pinillos y Belloteros, adquiridas por la condesa de la Vega del Pozo, Doña María Diega Desmaissieres y Sevillano una vez se inicie el declive económico de la casa. También compraba esta noble madrileña, de ascendientes franceses, la Boca del Río y la Viñuela de Godoy en el pago de la Herradura.
Las posesiones rústicas de la casa de Villaverde en Marmolejo, hemos de situarlas en innumerables predios rústicos repartidos por el término municipal, fundamentalmente en el pago de Cerrada. Allí contaron con la Boca del Río y las Viñuelas de Godoy, siendo su finca más emblemática la antigua casería de la Marquesa de cuyo oratorio el conde cedió el retablo para la capilla del cementerio nuevo de Santa Ana que acababa de construirse en 1900, y la campana de su espadaña para la de la ermita de Jesús. En el término de Montoro dispusieron, igualmente, de fincas tan renombradas como Escalera, Las Prensas, Pinillos y Belloteros, adquiridas por la condesa de la Vega del Pozo, Doña María Diega Desmaissieres y Sevillano una vez se inicie el declive económico de la casa. También compraba esta noble madrileña, de ascendientes franceses, la Boca del Río y la Viñuela de Godoy en el pago de la Herradura.
Este cordobés altruista y amante de la literatura y sobre todo de la poesía, obtuvo de la corporación municipal el reconocimiento de hijo adoptivo de Marmolejo por sus desvelos en la mejora del patrimonio histórico-artístico de la villa y por el impulso dado a la mejora de establecimientos públicos. Muchas de sus acciones tuvieron eco en la prensa cordobesa debido a la vinculación de la casa Villaverde con esa ciudad.
El diario Córdoba de 21 de febrero de 1889, publicó esta interesante noticia: “Nuestro distinguido amigo el señor Conde viudo de Villaverde la Alta es una verdadera providencia para el pueblo de Marmolejo. No contento con haber erigido la bellísima iglesia dedicada a Jesús; con haber construido un matadero público, y haber realizado otras mejoras importantes, acaba de dar otra prueba de sus elevados sentimientos, según carta que tenemos a la vista. La Iglesia parroquial se halla en un estado deplorable, además de sus limitadas proporciones. Los retablos se hallan casi en ruina; la sola nave está deterioradísima; la torre, si tal nombre merece, está para caerse, en mal estado los ornamentos, y todo contrastado con el brillante estado de la iglesia de Jesús. El señor conde ha pedido autorización para reedificar y ampliar con dos naves nuevas con seis capillas, la torre, los retablos de ocho altares, barnizar y dorar los antiguos, restaurar las imágenes y el decorado interior y exterior del templo, dotándolo además de vasos sagrados, ropas y ornamentos. Y para el arreglo del pavimento de la plaza de aquel. Al momento que obtenga la autorización, nos consta irá persona competente de Córdoba, para formar los planos y presupuestos de las obras a fin de proceder a las respectivas subastas y abastos de materiales para que todo se ultime en el más breve plazo que posible sea. El Alcalde, apenas recibió la comunicación del señor Conde, convocó al Ayuntamiento, levantándose un acta honrosísima, que ya estará en poder de nuestro excelente amigo, al que felicitamos por su solicitud y celo, dando al pueblo de Marmolejo nuestra enhorabuena, por tener un hijo adoptivo y cordobés, que así favorece sus intereses materiales, morales y religiosos”.
Sabemos que finalmente fue el arquitecto de la Diputación Provincial de Jaén, Justino Flores Llamas, el autor de tan importante remodelación realizada bajo el mecenazgo de Teodoro y María Teresa.
La venta paulatina de sus propiedades olivareras tanto de Montoro como de Marmolejo, hemos de situarla en los años finales del XIX, tras la muerte de la condesa en 1887, en su residencia de Madrid, a la edad de 47 años y del fallecimiento de Teodoro cuando se encontraba en París, en 1907. Ya viudo, el conde de Villaverde tuvo que afrontar el embargo judicial de algunas de sus posesiones probablemente como consecuencia de la escasa rentabilidad de algunas de sus empresas. Tenemos constancia de la subasta de la casa solariega en el Altozano del Coso hacia 1897, que estaba puesta a nombre de su hija María Feliciana Bernuy, para saldar deudas contraídas con sus acreedores, pero no es probable que dichos bienes llegaran a ser subastados finalmente pues, años después, su hijo Federico seguía residiendo en esta casa durante sus estancias en Marmolejo. Fue “Periquito Semana” quien compraría la casa del conde hacia 1929, para posteriormente vendérsela al Ayuntamiento de Marmolejo.
Gracias a esta subasta conocemos al detalle el aspecto que presentaba la desaparecida “Casa de los Condes”, escenario común de muchas generaciones de niños/as, allá por los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, al ser ubicada en sus estancias varias aulas de primaria: “En virtud de providencia dictada con fecha diez del corriente (julio de 1897) por el señor del Valle y Llano, Juez de primera instancia del distrito Buena Vista, de esta Corte, en autos que se siguen por D. Carlos Theneneau y Segaud contra doña María Feliciana Martel y Bernuy, sobre pago de pesetas, se ha acordado sacar a subasta por término de 20 días y en la cantidad en que ha sido tasada, las fincas siguientes: Primero: una casa principal en el Altozano del Coso, en Marmolejo, marcada con el número 2 que linda por su derecha, entrando, con el callejón del Ejido; por la izquierda y espaldas, con el molino de aceite de Don Narciso García del Prado; consta de una extensión superficial de tres mil trescientos sesenta y un metros y sobre esta hay tres pisos en la forma siguiente: En el piso bajo se encuentra zaguán, recibidor, cuerpo de escalera, sala, repostería, sótano, grandes salones corridos y se comunican entre sí; gran patio con fuente en el centro dedicado a jardín con naranjos y otros árboles y arbustos de adorno, gran cuadra, dos cocheras, de colgadizo, bodega con 18 tinajas sin colocar, capaces unas para tres mil ochocientas arrobas; dos pozos, uno de ellos aljibe con bomba, grandes corrales y patios, terrado, mirador, escusado, gallinero, cocina, distribuidor y un colgadizo.
Piso alto o principal: desembarque de escalera, recibidor, antesala, muchos y varios salones, tres chimeneas francesas y un entresuelo, y en el tercero: un granero pequeño, todo en buen estado de solidez, como igualmente sus puertas, balcones y las cancelas”. Junto a la casa se subastó igualmente el molino de aceite que poseían en el número 1 de la misma plaza.
Pero merece la pena que nos detengamos un momento en la personalidad de Teodoro Martel, mecenas de artistas, poeta, político liberal durante el sexenio revolucionario (1868-1873), y activo empresario agrícola y minero. Martel estuvo siempre muy vinculado a Marmolejo desde su casamiento con María Teresa Bernuy. Este matrimonio, altruista, benefactor de la gente humilde en nuestra villa, y que ya forma parte de nuestra historia local, tuvo en su día un rincón del espacio urbano marmolejeño dedicado a su memoria. Las corporaciones de principios del XX, acordaron bautizar con el nombre de este linaje, el altozano donde vivieron.
La casería de la Marquesa, en el pago de Cerrada,
perteneció a la casa de Villaverde la Alta.
Había nacido en Córdoba el 8 de febrero de 1832; hijo de Federico Martel Bernuy (senador vitalicio) y María de la Concepción Fernández de Córdoba Gutiérrez de los Ríos, V condesa de Torres-Cabrera. Compaginó la actividad literaria con las actividades agrícolas y mineras, siendo miembro de la Sociedad Económica cordobesa de Amigos del País, junto a su hermano Ricardo Martel, conde de Torres-Cabrera, impulsor en 1871 de la colonia agrícola remolachera de Santa Isabel en sus fincas de Alcolea (Córdoba), empresa de acentuado carácter social, (en la que pudo participar Teodoro), y que le supuso grandes pérdidas económicas dado el carácter altamente utópico de la explotación y la competencia de la industria remolachera granadina.
También le vemos hacia 1864 como miembro de la Sociedad Minera encargada de explotar las minas de Bélmez y Espiel en la sierra norte cordobesa. En dicha sociedad estaba como presidente el duque de Valencia, y su padre Federico Martel.
En 1867, hacia el mes de noviembre, y ante las noticias de las penurias por las que atravesaba la clase jornalera marmolejeña, a consecuencia del alza de los productos de primera necesidad y la escasez de trabajo, los condes, que acababan de llegar de Francia, se dirigieron al Alcalde comunicándole que repartiese bonos entre las personas que creyese verdaderamente necesitadas, con los cuales se les facilitaría en su casa de la plaza del Coso, una cantidad suficiente de pan, aceite, arroz y patatas para socorrer diariamente a más de 150 familias obreras. El alcalde de Marmolejo transmitió a los condes el reconocimiento de tanta y tanta familia necesitada según la noticia publicada en la prensa con fecha 24 de dicho mes.
A la edad de 40 años, Teodoro, era elegido Diputado a Cortes en las elecciones celebradas el 24 de agosto de 1872 en la provincia de Alicante (distrito de Orihuela) por la candidatura del Partido Radical de Ruiz Zorrilla, ala izquierda escindida del antiguo partido Progresista, en 1871 (2). Disfrutó de la amistad de este prócer liberal y de la de otros líderes liberales, miembros del gobierno de la nación, que como el general Serrano o el general López Domínguez, eran año tras año, asiduos visitantes de su casa y de la de su vecino, Eduardo León y Llerena, en la coqueta plaza del Coso. A pesar de sus principios políticos liberales, tanto en su conducta personal como en su actividad privada, Martel practicó un catolicismo socialmente avanzado, en la línea propuesta por el pontífice León XIII.
El matrimonio, que tenía residencia de descanso en la Granja de San Rafael, gozó también de la amistad de la infanta Isabel de Borbón, hija de Isabel II, conocida como “La chata”, a cuyas fiestas y bailes en el palacio real de la Granja acudían sin falta todos los veranos para cumplimentar a la Infanta. No en balde la propia infanta fue madrina en la boda de su hijo Federico y probablemente esa fiel relación propiciara, años más tarde, la visita de Isabel a Marmolejo en octubre de 1915. Hay que apuntar que la mayoría de las familias nobles de la época, se sintieron obligadas a residir en Madrid, cerca del rey, siendo frecuente el mantenimiento de otras residencias de temporada junto a los palacios reales de verano. En el caso de los condes de Villaverde está claro que formaron parte de esa “corte de nobles” de la que los Borbones se rodearon por motivos de asesoramiento, a veces de compañerismo, y otras muchas, de simple boato y protocolo.
El Gobierno le concedió en 1882 a Teodoro Martel la Gran Cruz de Isabel la Católica por “su ilustración, caballerosidad y trabajos prestados en beneficio de los demás”. El diario Córdoba subrayaba en enero de 1908, tras su fallecimiento en París, las virtudes del prócer cordobés, resaltando que “cultivó con acierto la poesía, revelando sus dotes, ora en las veladas literarias que organizaba su hermano Ricardo Martel, conde de Torres-Cabrera, ora en la prensa y en el libro. En los periódicos locales publicó algunas composiciones vigorosas, correctas y originales y además editó varios libros de poesía y ensayos literarios”.
De su humana personalidad y actitudes solidarias ha quedado constancia en la siguiente carta publicada en el diario La Dinastía, de Barcelona, de fecha 27 de julio de 1888, enviada desde Medina Sidonia (Cádiz) por su inestimable amigo Mariano Pardo de Figueroa, asiduo visitante de nuestra villa y conocido en el mundillo literario como Doctor Thebussem (3). La tituló: “Un cartero y un caballero”, y dice así:
“Julián Castilla ha servido por muchos años la plaza de cartero de Marmolejo, el pueblo de la provincia de Jaén tan renombrado por sus excelentes aguas minero-medicinales.
Estimadísimo por la generalidad de sus convecinos, es el dicho funcionario un hombre afable, simpático, honrado y trabajador. Después de las dos expediciones diarias desde la villa a la estación de ferrocarril que suponen una distancia de doce kilómetros; de cultivar sus aranzadillas, y de atender a los huéspedes que aloja en su casa durante las temporadas de agua, aún le queda tiempo para dedicarse a la caza, en cuyo ejercicio es Julián maestro consumado. No se verifica montería de importancia en aquel territorio donde el primer invitado no sea nuestro cartero.
A mediados de marzo de 1888 lleva un pliego con valor declarado por 8200 reales. El tren venía entonces con algunas horas de retraso, que era necesario esperar en la estación. Castilla tuvo la debilidad o la inadvertencia de abandonar su cartera por algunos momentos y el resultado de su descuido fue no hallar dicho pliego al tiempo de hacerlo entregar a la ambulante.
El cazador infatigable, el hombre sereno y valiente, quedó suspenso, triste, amilanado y confuso. Buscó infructuosamente el paquete; atravesó a la carrera los tres kilómetros que separan el ferrocarril de la estación con la esperanza de encontrar allí los valores: indagó, preguntó; inquirió registrar de nuevo la estación, el andén y el camino, pero todo fue inútil.
Durante dos días no se hizo en casa de Julián Castilla otra cosa que verter lágrimas y rezar ante la Virgen. Aquella familia veía perdida su escasa fortuna, su destino y hasta su honra, puesto que alguien podía sospechar que hubiera sido ladrón de la suma el mismo cartero.
En la mañana del 19 de marzo recibió este un pliego. La misiva que contenía se halla hoy con moldura dorada y bajo cristal en sitio preferente de la casa y dice así:
“Apreciable amigo Julián Castilla: Acabo de declarar ante el Juzgado la verdad desnuda, o sea que el certificado perdido contenía 8200 reales, puestos y lacrados por mi mismo bajo su cubierta. El pliego se ha perdido y yo debería estar tranquilo puesto que conservo el resguardo y sé que no tardará en venir la orden que te obligue a devolverme la cantidad de la cual puedes responder sobradamente con tus bienes.
No estoy tranquilo, sin embargo, y no lo estoy porque teniendo el convencimiento de que no tienes culpa de lo ocurrido, me duele profundamente el considerar que mientras el poseedor de los 8200 reales se estará gozando en la mala acción de retener lo que no es suyo, aunque lo hubiera hallado en medio del campo, a un hombre honrado como tú se le prive del destino y se le venda el caudal que tantos sudores le ha costado adquirir. Esta idea me mortifica; y deseoso de celebrar de una manera cristiana la festividad del día de hoy, 19 de marzo, he resuelto regalarte dicha cantidad, más que por lo que ella vale, para que todo el pueblo vea y tenga el convencimiento de que eres inocente y tan honrado como el primero. Claro es que si el pliego aparece yo recogeré mis fondos; pero si uno de nosotros dos ha de perderlos, prefiero ser yo que los abono, a cambio de haber llevado la tranquilidad a la familia, a la que rogarás, en mi nombre, no olvide en sus oraciones a la que fue madre de mis hijos. Te deseo salud y tranquilidad de espíritu. El conde viudo de Villaverde la Alta. Marmolejo 19 de marzo de 1888”.
La desaparecida casa de los Condes de Villaverde la Alta,
en el altozano del Coso.
Cada vez que el cartero y su familia escuchan la lectura de esta cristiana y notable carta, bendicen al conde y derraman llanto de ternura y de gratitud.
A los pocos días de este suceso detuvo la Guardia Civil a un ciudadano que no daba explicaciones del origen de ocho mil y pico reales que poseía en billetes de Banco. La Justicia tomó carta en el asunto y el señor conde de Villaverde recuperó casi toda la suma hurtada, y Julián Castilla tuvo una segunda satisfacción al ver que las gentes más suspicaces tenían ya prueba plena de su inocencia. Creo que cuando al cartero le vuelvan su destino, no abandonará jamás su valija, aún cuando la lleve vacía; y creo también que el señor conde y el “peatón” de Marmolejo serán muy capaces de influir y de interceder en su día para que indulten al villano ladrón de los ocho mil doscientos reales. El Doctor Thebussem, cartero honorario. Medina Sidonia y junio, a 12 de 1888 años”.
La muerte le sorprendió en París, donde residía una hermana, el 12 de marzo de 1907. En Marmolejo se celebraron funerales nada más conocida la noticia. A este acto concurrieron, según la crónica del diario Córdoba, “las autoridades locales, una nutrida representación de todos los organismos de la villa y el pueblo en masa que testimoniaron elocuentemente su inmensa pena y profunda simpatía que sienten hacia el actual Conde (su hijo), quien se halla con su distinguida familia, de temporada en Marmolejo, por cuya señorial residencia ha desfilado en conmovedora manifestación de duelo, la mayoría de los vecinos, rindiendo el último tributo de admiración y gratitud al que ha consagrado toda su vida, inteligencia e intereses al bien de sus semejantes….Al señor conde, su hijo, a sus dos hijas, a su señora hermana la Duquesa de Almodóvar del Valle, al señor Conde de Torres-Cabrera, a sus nietos y demás parientes, que constituyen lo más linajudo de la aristocracia española, damos nuestro más sincero pésame por pérdida tan sentida e irreparable, deseándoles aquella resignación cristiana que otorga derecho a pensar piadosamente que quien fue en el mundo modelo de virtudes, socorrió a tanto desgraciado que hoy llora su muerte, y edificó a sus expensas una iglesia, ayuda de parroquia, en Marmolejo, ocupará en el cielo el lugar destinado a las almas buenas, grandes y extremo generosas”.
El heredero del título, su hijo Federico Martel y Bernuy (séptimo conde de Villaverde la Alta), continuó residiendo de forma esporádica, durante algunos años más, en su casa solariega de Marmolejo, hasta la definitiva venta de la casa en 1929. Federico había nacido en Madrid el 11 de enero de 1870. Contrajo matrimonio con María Soledad Olivares y Ballivián, nacida también en Madrid; hija del diplomático de carrera y Ministro Plenipotenciario de España en La Paz (Bolivia) Salustiano Olivares Surlín y de María Victoria Ballivián y Guerra, natural de La Paz (Bolivia).
La boda del conde con la joven María Soledad se celebraría el 8 de diciembre de 1892 siendo madrina la Infanta Isabel de Borbón. A esta ceremonia concurrieron todo un elenco de personalidades del estamento noble y un buen amigo y vecino de la familia en el Altozano del Coso, el político y empresario liberal, Eduardo León y Llerena, artífice principal del prestigio adquirido por las aguas minero-medicinales en los años finales del XIX, convirtiendo a Marmolejo en estación balnearia de primer orden.
El conde de Villaverde continuaría haciendo asiduas visitas a su casa de Marmolejo para ponerse al día de los asuntos relacionados con las fincas de su propiedad. Encontramos una noticia relacionada con un robo de caballerías hacia abril de 1915 en la que los ladrones intentaron involucrar al conde que se encontraba pasando una temporada en Marmolejo. Dice así: “La Benemérita de Pedro Abad detuvo el día 16 del actual en la carretera general a Francisco Muriel Fuentes que conducía tres caballerías de dudosa procedencia. Interrogado manifestó que las llevaba a Marmolejo por encargo de Manuel Castro Cortés (a) Jarillo para entregarlas al conde de Villaverde. En su vista, el cabo Manuel Bellido Mesa detuvo al joven Muriel y se incautó de las caballerías. Telegrafiado al puesto de Marmolejo el conde de Villaverde negó que esperara tales caballerías. Personado en Córdoba se comprobó no existir documento que esclareciera el asunto. En su consecuencia han quedado detenidos el Castro y Muriel hasta que se ponga en claro la procedencia de las caballerías”.
Hemos de pensar que el definitivo alejamiento del séptimo conde respecto a nuestra localidad tuvo que venir hacia 1929, año en que la casa es adquirida, como ya hemos apuntado, por el industrial Pedro Perales Domínguez y posteriormente por el Ayuntamiento. La condesa jamás aceptó la compra de Pedro Perales y aún en 1930 pleiteaba con la Corporación Municipal para declarar nula aquella venta.
Apuntar, finalmente, que la desgracia se cebó con la descedencia del matrimonio Martel-Olivares: el primero de sus vástagos, Carlos, murió en 1912, a la edad de 16 años; el segundo, Federico, teniente de infantería, falleció en Larache (Marruecos) durante la guerra de África. Cuando ocurrió esta desgracia, los condes se encontraban en la referida casa del Altozano del Coso. El joven teniente Martel resultó herido en la operación realizada el 18 de enero de 1922 y trasladado en grave estado al Hospital General de Larache, falleció el día 20. Para acompañar a los condes de Villaverde la Alta, acudieron a Marmolejo los condes de Artaza (4), la vizcondesa de Eza (5) y el director de la Granja Agrícola de Córdoba el señor Aguayo Bernuy, primo de Federico. Heredaría el título el menor de los tres, Teodoro Martel Olivares, nacido en Madrid en 1893, octavo y último conde, que no tuvo descendencia. A su muerte se extinguió la dinastía.
Notas:
(1) María de la Concepción Fernández de Córdoba Gutiérrez de los Ríos, V condesa de Torres-Cabrera.
(2) Teodoro Martel fue mano derecha y amigo personal del político liberal Ruiz Zorrilla, asiduo visitante de Marmolejo, en casa del conde de Villaverde. Zorrilla tuvo varias responsabilidades a lo largo del sexenio revolucionario: se encargó de la cartera de Fomento en el gobierno de Francisco Serrano (1868), estableció la libertad de enseñanza y decretó el traspaso de bibliotecas y archivos religiosos al Estado. Fue ministro de Gracia y Justicia en el gobierno del general Prim (1864) y presidente de las Cortes constituyentes, proclamando a Amadeo de Saboya como rey de España en 1870. Durante el reinado de éste, se produjo la división del Partido Progresista y Ruiz Zorrilla lideró el recién formado Partido Radical, siendo Presidente del Gobierno en dos ocasiones.
(3) Mariano Pardo de Figueroa y de La Serna (Medina Sidonia (Cádiz), n. 18 de noviembre de 1828) fue un escritor cervantista y gastrónomo español. Apreciado por sus incursiones en los tratados culinarios, era conocido como Doctor Thebussem que no es más que el anagrama de la palabra Embustes, añadiéndole la Th para darle un estilo más germano, y publicar así, con un pretendido distanciamiento de hispanista extranjero, artículos sobre la situación española. Estudió Derecho y se doctoró en Madrid en 1854. Hizo una serie de viajes por medio mundo, y se afincó definitivamente en su villa natal de Medina-Sidonia. Fue nombrado Cartero Honorario por Correos de España el 20 de marzo de 1880 como recompensa por su labor de divulgación de la incipiente filatelia. En 1944 le dedicó un sello y en 1981 emitió otro dedicado a su legado. Se conocen más de 12000 cartas suyas; fue un asiduo aguanoso en Marmolejo durante muchos años, disfrutando de la amistad de muchos marmolejeños y de la de tantos ilustres visitantes que hasta aquí llegaban buscando el reposo, el contacto social y, de paso, el remedio a alguna que otra dolencia. Entre un sinfín de publicaciones nos dejó un pequeño librito titulado “Vida del Aguanoso” escrito en 1893 un poco a la limón con Santiago de Liniers y Gallo de Alcántara (conde de Liniers, o de Buenos Aires), y el político Francisco Silvela, líder del Partido Liberal Conservador y varias veces ministro y Presidente del Gobierno, entre 1899 y 1903. Falleció en Medina-Sidonia el 18 de noviembre de 1918.
(4) Julián Olivares y Ballivián casado con Carmen Bruguera y Molinuevo.
(5) María de la Encarnación Bruguera y Molinuevo, vizcondesa consorte de Eza, casada con Luis de Marichalar y Monreal (1873-1945), VIII vizconde de Eza.
Fuentes y bibliografía:
-” Diario de Córdoba de Comercio, Industria, Administración, Noticias y Avisos”. Córdoba.
-“Crónica de Salamanca: revista de ciencias”; 24 de julio de 1861. Salamanca
-Diario “ABC”, de 17 de marzo de 1907. Madrid.
-Congreso de los Diputados; histórico de diputados. Madrid
-“Diario Oficial de Avisos”. Madrid, 22 de julio de 1897, nº 202.
-“El Defensor de Córdoba: diario católico”. Córdoba, 21 de abril de 1915.
-Majuelos Martos, Pedro: “Paseando por nuestros campos: Escalera”. En blog.centauromontoro.com. Montoro, 26 de noviembre de 2007.
-Actas Capitulares del Ayuntamiento de Marmolejo año 1930.
-Ibarra Mencos, Íñigo: “El doctor Thebussem: la realidad de la ficción”. Edita Íñigo Ibarra Mencos. Sevilla 2009.
-Gozos y sombras de la vida en el campo: Las fiestas de las Prensas. Publicado en Blog.centauromontoro.com. Montoro, 12 de noviembre de 2011.
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