AAVV SAN JULIAN

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jueves, 21 de noviembre de 2013

OPINIÓN.





El ombligo

OCTAVIO Salazar Benítez 11/11/2013. DIARIO CÓRDOBA.
Escribo estas líneas cuando aún no se ha celebrado la conferencia política de un PSOE que pasa sin duda por sus peores momentos. A la expectativa de cuáles puedan ser las ocurrencias que dicho cónclave nos depare, debo confesar que a estas alturas no espero mucho de un partido que lleva años hundido en sus propias miserias. Una situación dramática para la salud democrática de este país y , muy especialmente, para los que deseamos encontrar un referente al que agarrarnos y que nos permita confiar en una manera distinta de gestionar lo público.
Aunque estos días se ha insistido mucho en que el problema del PSOE es la falta de liderazgo y de ideas, yo diría que más bien su problema es de ombligo. Lo cual nos remite a la raíz honda que explica la desafección de la ciudadanía no con la política sino con una clase política que hace tiempo se instaló en una torre de marfil y creó un lenguaje que dista mucho del que se habla en la calle. Además del desconcierto que el actual momento económico ha supuesto con carácter general para una izquierda que ha visto limitadísimas sus posibilidades de maniobra, el gran problema del PSOE ha sido y está siendo su progresivo ensimismamiento, su desconexión de las verdaderas preocupaciones de la ciudadanía, el excesivo regodeo en sus propias sombras y la ausencia de mujeres y hombres capaces de ser constructores de alternativas y no meros transmisores de eslóganes. El partido ha sido incapaz de cerrar capítulos, de poner fecha de caducidad a líderes amortizados y de iniciar un nuevo relato de la mano de políticos/as que, ahora más que nunca, entiendan que su dedicación pública es un servicio y no una profesión. Un mal que el partido sufre desde la raíz, es decir, desde los ámbitos locales en los que los ciudadanos contemplamos con estupor como el timón es llevado por personajes sin oficio conocido y con una altura intelectual y profesional que los invalidaría directamente para cualquier otra actividad pública lejos del pesebre. Si a eso añadimos la complicidad, por acción u omisión, de todos los que, por ejemplo en Andalucía, se han beneficiado y se benefician de las clientelas generadas, tenemos el cóctel perfecto para alimentar la parálisis y un estado reaccionario que tan mal casa con el que debiera ser el espíritu de un partido progresista.
A esta altura del drama que estamos viviendo, y que no es sino resultado del desmantelamiento del Estado social y de la precariedad progresiva de unas conquistas que pensábamos irreversibles, los ciudadanos estamos hartos de discursos disfrazados de ideas, de representantes más preocupados por las luchas internas que por la búsqueda de alternativas, de estructuras oligárquicas que hacen lo contrario de lo que predican. Baste con recordar el simulacro de primarias andaluzas que hace que muchos dudemos de la virtualidad de un mecanismo que, aún debiendo ser la regla en cualquier partido democrático, puede convertirse en la práctica en un pretexto más para que el debate interno se centre en las tensiones entre candidatos "inteligentes" y "tenaces" --hay que ver cuánto le sigue costando al patriarca reconocer la inteligencia de las mujeres--, en lugar de afrontar el verdadero reto. El que debería marcar las sendas por las que transitaría una izquierda que anda desnortada en este mundo globalizado y que parece haber perdido la brújula de sus movimientos que no debiera ser otra que la igualdad. Todo lo que no lleve a ese objetivo estará condenando de nuevo al PSOE a seguir cuesta abajo y sin frenos, para alegría de un PP crecido y desgracia de unos votantes huérfanos. Un círculo vicioso del que los socialistas no saldrán hasta que dejen de mirarse el ombligo y alcen la vista para mirar de frente a una ciudadanía que asiste herida al triunfo del mercado sobre la política.
* Profesor de Derecho Constitucional de la UCO.


viernes, 15 de noviembre de 2013

TEMAS DE INTERÉS.

EL FIN DE LA DOCTRINA PAROT.

HORACIO Roldán Barbero 30/10/2013. DIARIO CÓRDOBA.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, un tribunal creado tras la Segunda Guerra Mundial para garantizar la protección de los derechos de la persona tan pisoteados en el periodo bélico y por los regímenes totalitarios de la época, acaba de dictar su segunda sentencia sobre la comúnmente conocida como doctrina Parot. Al igual que en su primera sentencia, anula tal doctrina, pues la misma supone una aplicación retroactiva de las normas penales en perjuicio de los presos.
La sentencia de Estrasburgo ha sido un triunfo para el Derecho Penal liberal y una frustración (comprensible desde la opinión o la experiencia personal, pero incomprensible desde una perspectiva jurídica) para un amplio sector de legos en el mundo del Derecho y, desde luego, para la Asociación de Víctimas del Terrorismo, la principal agrupación de damnificados por la actividad armada desde su fundación en 1981.
La doctrina Parot fue asentada por el Tribunal Supremo español en una sentencia de 2006 (STS 197/2006, de 28 de febrero). Avecinándose la excarcelación de distintos activistas de ETA condenados por graves delitos de sangre, las instituciones del Estado idearon una fórmula para evitar su puesta en libertad, recayendo en el Tribunal Supremo tal cometido. La opinión mayoritaria de magistrados estimó que la redención de penas por el trabajo (enseguida explicaré los avatares de esta institución) era un beneficio que debía ser computado sobre las penas individuales a las que hubiera sido condenado el preso; para los autores de muchos delitos, como había sido el caso de Parot, convicto de 24 asesinatos consumados, esto se traducía en una pena de cientos de años; como ese tiempo no lo vive nadie, la pena realmente a cumplir era la máxima legal en el momento de cometer los hechos: 30 años. Por su parte, tres magistrados del tribunal (José Antonio Martín Pallín, Joaquín Giménez y Perfecto Andrés Ibáñez) estimaron que la redención de penas por el trabajo debía computarse sobre el máximo legal vigente en el momento de cometer los hechos, esos 30 años, que, descontados hasta en el tercio permitido por la ley, podían llevar la pena a los 20 años.
Para llegar a tal objetivo --impedir la salida de la cárcel de Parot--, el Tribunal Supremo se apartó de lo que había sido hasta ese momento su jurisprudencia constante: que la redención de penas por el trabajo se computaba sobre el máximo legal, y no sobre las penas individuales (STS 557/1996, de 18 de julio). Así venía quedando fijado en las mismas hojas de liquidación de condena. Lo que vino a hacer, entonces, el Tribunal Supremo es algo que ha advertido muy bien el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Aprovechando que en 2003 se había establecido la obligatoriedad del cumplimiento íntegro de la pena, sin beneficios, para los presos condenados por terrorismo (Ley orgánica 7/2003, de 30 de junio) y que en 1995 se había suprimido la figura de la redención de penas por el trabajo, vino a aplicar a Parot esta nueva legislación, la cual, obviamente, no estaba vigente en el momento en que cometió los asesinatos. Junto a Parot, a otros muchos presos de ETA, los Grapo e incluso a delincuentes comunes se les ha venido extendiendo tal doctrina. Esto ha comportado, sencillamente, una aplicación retroactiva de las normas penales en perjuicio del reo, y esto no se puede hacer en un Estado de democracia de tipo occidental. En el caso de España, la prohibición de la retroactividad de las normas penales desfavorables aparece recogida en el artículo 25 de la Constitución y, en la Convención Europea de Derechos Humanos, en el artículo 7.
Lo que sí es legítimo preguntarse por profanos y juristas es por qué duró tanto tiempo en la legislación española la redención de penas por el trabajo. Como ya hemos dicho, ni más ni menos que hasta el Código Penal de 1995. La figura en cuestión se institucionalizó en el Derecho Penal de la postguerra española. Se atribuye su invención al jesuita Pérez del Pulgar, que escribió un libro en 1939 con el título La solución que España da al problema de sus presos políticos . Tras concluir la Guerra Civil, había, según algunos estudios, más de 200.000 personas privadas de libertad. Se ideó, entonces, la fórmula de la redención de penas por el trabajo, la cual tuvo sobre todo su aplicación para los destacamentos penales que se constituyeron para utilizar a los presos en la reconstrucción del país y honrar, en algunos casos, la victoria de Franco. Con ella se iba a ir disminuyendo de manera más rápida el ingente número de presos de guerra. Lo curioso del caso fue que, una vez que los destacamentos penales terminaron sus quehaceres, prácticamente en los años 50, no se reenfocara la institución hacia fórmulas que tuvieran más que ver con la verdadera reinserción social del penado, y no con el trabajo en sí mismo realizado. Pero, desde mediados de los años 60 del siglo pasado comenzó a cundir la opinión de que las penas de prisión del Código eran demasiado largas: eran los tiempos, en Europa y en Estados Unidos, de la llamada criminología crítica, de signo contracultural, donde el delito se explicaba por muchos en términos de estructura social defectuosa, y no tanto como una maldad intrínseca del delincuente. Si la sociedad era en sí misma criminógena, no había derecho a cebarse con el penado en forma de largas penas de prisión. Aunque el trabajo productivo como tal fuera ya muy escaso en las prisiones españolas, la redención de penas permitía, según el sentir de muchos autores de los años 70 y 80, templar esa duración excesiva que establecía el Código Penal. La redención de penas se extendió también al llamado trabajo ocupacional y a las actividades de carácter formativo e intelectual, que fueron, a la postre, las que beneficiaron a Parot.
Una ironía de la historia ha permitido que los presos condenados por terrorismo se hayan podido beneficiar, hasta la entrada en vigor del Código Penal de 1995, de una figura creada en la dura postguerra por razones bien distintas. Pero --repito-- hasta esos años 90 del siglo pasado se mantuvo un pensamiento dominante según el cual las penas de prisión eran demasiado largas. El tiempo en la cárcel --se pensaba-- no era el mismo que el tiempo en libertad. Baste recordar cuando en los años 80 se desarrolló el problema del SIDA en las prisiones y muchos reclusos fueron excarcelados para morir al poco tiempo en sus casas. La epidemiología se convirtió en un verdadero riesgo en el ámbito penitenciario. El letargo sufrido en la cárcel creaba, por lo demás, una sensación de inacababilidad de la pena.
Nuevos vientos impulsan hoy, sin embargo, al Derecho Penal. Nada de discursos contraculturales, nada de teorías de la estructura social defectuosa, nada de eso de que las penas de prisión sean largas; al contrario, deben ser aún más largas, hasta llegar a la cadena perpetua (prisión permanente revisable, según la terminología legal), como se configura en el Proyecto Gallardón. El delincuente es un malhechor puro y simple, tiene malos instintos y ha hecho mucho daño a su víctima. El Estado debe, entonces, contrarrestar ese mal hasta donde le sea posible.
Se trata de dos culturas diferentes: la que rigió en los años 70 y 80 y la que rige hoy. De ahí viene la perplejidad de mucha gente. Pero, ante este nuevo ciclo cultural, lo que procede en Derecho es cambiar la ley (puesto que el discurso represivo parece ser hoy el dominante), pero nunca aplicar la nueva ley retroactivamente en perjuicio del reo.

* Profesor titular de Derecho Penal de la Universidad de Córdoba.

lunes, 11 de noviembre de 2013

CENTRO VECINAL, ESPACIO PARA EL DIÁLOGO.



Entrega de llaves del Centro Vecinal.




De poco sirven las palabras si no se transforman en hechos, de nada sirven los discursos políticos, si no generan realidades que mejoren la vida de las personas, pues bien, el pasado viernes 8 de Noviembre se le dio valor a la Palabra en San Julián, se llenó de contenido el discurso y por fin se ha generado otra realidad, la única posible, la que siempre debió imperar, la que conecta con la gente, con la sociedad, la que algunos, los que temen que la ciudadanía piense y actúe,  siempre quisieron impedir a toda costa.
 Después de lo vivido en nuestro Pueblo, quien no haya alcanzado cierta madurez política, quien no sepa discernir, analizar y sacar conclusiones, estará condenado a vivir engañado, manipulado y en cierta medida, un poco, nos estará condenando a todos, porque no hay mayor ciego que el que no quiere ver o solo ve lo que le interesa.
Hoy, San Julián dispone ya de un espacio abierto al diálogo, donde generar discursos que sigan conectando con la sociedad para mejorar su realidad.  Somos una simple asociación vecinal y nada más, ni faro de luz, ni secta diabólica, pero propiciar el encuentro, buscar el compromiso, la participación desinteresada de la gente con inquietudes, abrir puertas, pensamos que es el camino, el único tren posible hacia nuestro progreso común y bienestar futuro, un tren que no debe dar pasaje a parlanchines embusteros y embaucadores, a oportunistas interesados y demás personajes y personajillos  que han dado lugar al triste elenco de corruptelas de todos conocido. Por ello es importante aquello de la madurez política, saber discernir, saber separar el grano de la paja, que no engañen a nadie aquellos que sin haberse ido, que es lo que tenían que haber hecho, de haber tenido vergüenza, pretenden ahora volver a “conectar con la sociedad”, ¿para qué?,  ¿para seguir parasitándola……..?.
Cuando el perro se sacuda sus pulgas se quedará tranquilo.


martes, 5 de noviembre de 2013

CONECTANDO CON LA SOCIEDAD.

VIERNES 8 DE NOVIEMBRE, 19,30 HORAS POBLADO DE SAN JULIÁN.

ACTO DE CESIÓN DE LOCAL A LA ASOCIACIÓN DE VECINOS PARA SEDE SOCIAL Y CENTRO VECINAL.


“En Marmolejo hoy, como en el resto del País, entre los que perdieron su conexión con la sociedad que ahora pretenden encontrar y los que creyeron encontrarla que ahora parecen perderla, surge una inquietud social entre la ciudadanía hastiada de tanto engaño, que bien pudiera cambiar el signo de los tiempos.”