AAVV SAN JULIAN

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martes, 22 de abril de 2014

Breve biografía de Antonio Machado
y
Lectura de Juan de Mairena.

“Por mucho que el hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”.
(Juan de Mairena, Antonio Machado).

   “Generación del 98”.  Este término lo utiliza por primera vez Azorín, (José Martínez Ruíz), en 1913 para referirse a un grupo de escritores amigos. Afines a un periodo de unos quince años, a finales del siglo diecinueve. Entre los más destacados: Unamuno 1864, Valle Inclán 1866, Pio Baroja 1872, Azorín 1873, Ramiro de Maeztu 1875 y  Antonio Machado 1875. El más joven de su generación.
   Una generación de escritores a la que “les dolía España”. La frustración política de finales de siglo, las derrotas militares y perdidas de las últimas colonias.          El terrible atraso cultural y la pobreza, el hambre del pueblo.
   “Sentían España”, desde una postura ética, comprometida, escéptica, pesimista… desde una visión crítica, un leguaje llano y natural. Iniciaron un cambio literario.
   En este contexto nace Antonio Machado en 1875. Segundo, de ocho hijos que dio a luz Ana Ruíz, su querida madre. Antes había nacido Manuel. Criado en Sevilla, entre la confitería de su madre y el despacho de abogado, investigador y folclorista, de su padre. Su casa, alquilada, (propiedad de los Duque de Alba),        el “palacio de las Dueñas”. Fuentes, limoneros, patios andaluces, vecinos y familiares son los recuerdos de su infancia, que refleja en sus primeros escritos.
   Vivió en Madrid más de veinte años. Educado en la “Institución Libre de Enseñanza”. Gran amigo y admirador de Giner de los Ríos y de sus maestros. Entonces le dedicó esta: “Elegía a Giner (1915).
Allí el maestro un día soñaba, un nuevo florecer de España”.
    De vida bohemia, entre Madrid y Paris. La ruina económica de su familia, (antes y después de la muerte de su padre con cuarenta y siete años; en 1893), Antonio entrega a imprenta su primer libro: “Soledades” en 1902.
   Aconsejado por Giner de los Ríos, prepara y aprueba oposiciones a profesor de francés en Institutos de Segunda Enseñanza. Elige la plaza de Soria, donde estaría cinco años. Allí se hizo “maestro de pueblo”, se enamoró de Castilla, de lo “castellano”…además de Leonor su gran amor, una niña de trece años, (el tenia treinta y dos). Esperaron dos años, a la edad legal, para casarse…y contra todo pronóstico fueron muy felices, según todos los testimonios de amigos de la época. Tres años después muere Leonor.
   El tiempo pasado en Soria le hace madurar como escritor. Pasa de las etapas “modernista”, “simbolista y bohemio” a un hombre diferente:
…”cinco años en Soria, orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano….Ya era, además, muy otra mi ideología”.
 Escribe en 1917.  Y así queda reflejado en su libro “Campos de Castilla”.
   Antonio, desesperado por la prematura muerte de Leonor, pide el traslado a Madrid, pero la única plaza vacante está en Baeza. Allí ejerció de profesor de Gramática Francesa, en la Universidad. Penó solitario, su mirada indignada se radicalizó. Solo le distraían los largos paseos por la Sierra de Cazorla y Segura. Entabla amistad con Federico García Lorca y se adentra en sus raíces folclóricas. Fruto de ese tiempo y vivencias  es  el libro “Nuevas Canciones”.                  Estudia Filosofía y Letras. Aprueba la carrera, y con ese nuevo título en 1919, después de siete años en Baeza, se va a Segovia.
   En Segovia, “ligero de equipaje”, llega a tiempo de participar en la creación de la Universidad Popular, cuyo objetivo era: la instrucción gratuita del pueblo segoviano. La cercanía de Madrid le hace participar en diarios y revistas, tertulias, además de recuperar la actividad teatral con su hermano Manuel. En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua Española.
   En 1928, Pilar de Valderrama irrumpe en su vida. Pilar, mujer de la alta burguesía madrileña, casada y con tres hijos, escritora de algunos libros de poemas…. deseaba: “Una casta relación de amistad profesional con el poeta”… Durante casi nueve años fue musa y oscuro objeto de deseo de un “rejuvenecido poeta”, que la inmortalizo con el nombre de “Guiomar”, en sus versos y escritos.
   El gobierno republicano, en 1931, le concede la Cátedra de Francés en Madrid. Sigue viéndose, en secreto, con su “musa  Guiomar”. Le encargan la organización  del “Teatro Popular”. Escribe menos poesía y más prosa. Creo entonces, sus dos apócrifos más conocidos, los maestros y pensadore: Juan de Mairena y Abel Marín. Su “Yo” filosófico.
   El “bienio negro”, las privaciones, el inicio de la guerra civil, su significación y delicada salud, hacen que sus ilustres colegas Rafael Alberti y León Felipe, le aconsejen que abandone Madrid.
   La localidad elegida fue Rocafort (Valencia). En ella estuvieron, él y su familia, unos dieciséis meses, entre los años 1936 y 1938. A pesar de la edad, y su cada vez más deteriorada salud, estuvo muy activo cultural y políticamente.
   Las tropas fascistas se aproximan. Y, ante el peligro de que Valencia se quede aislada los Machado se trasladan  a Barcelona. Estuvieron alojados en un lujoso palacete de la duquesa de Moragas; sin carbón, “sin tabaco” y apenas alimentos…
   A principios del 1939, ante la inminente ocupación de la ciudad, el poeta y su familia abandona Barcelona hacia Francia. Un vehículo de sanidad les trasladó a medio Km. de la frontera. Una ruta colapsada, por la huida en caravana, de cientos de miles de españoles, desterrados de su patria, perseguidos y amenazados.
   Entre lluvia y nieve ascienden la montaña hasta Cerberè, donde duerme esa noche, su última noche en España, en un vagón,  en una vía muerta de esa estación.
Un tren, a la mañana siguiente los llevaría a Colliure (Francia). La tarde del veintiocho de Enero se hospedan en el hotel Bougnol-Quintana.
   Antonio Machado murió el veintidós de Febrero de 1939. Su madre, tres días después, fue enterrada junto a su hijo en el cementerio de esa pequeña ciudad francesa Colliure. Allí permanecen sus restos. Allí florecen sus semillas.
P.D. Con fecha de 5/5/1941 el régimen del general Franco, lo expulsa “pos morten” del Cuerpo de Catedráticos de Instituto. Hasta 1981 no fue rehabilitado como profesor del Instituto Cervantes. Del mismo modo, pero esta vez por un gobierno democrático.                             
                                                                                         
Su obra…

   Max Aub, en su análisis literario elemental plantea que: si Unamuno representó “el modo de sentir” y Ortega “el modo de pensar”, Machado representa “un modo de ser”; la extirpe sencilla, la sencilla bondad, el vigor intelectual y la sincera melancolía.
   “Soledades” y “Campos de Castilla” son sus obras más conocidas e importantes. De la etapa más madura, más filosófica, destaca su “Juan de Mairena”. A estos personajes apócrifos los hace hablar “su yo personal”, con reflexiones, pensamientos, sentencias y saber popular, con el gracejo de los maestros de pueblo. Su gran vocación
   Además de los citados, tiene escritos varios libros de poesía y prosa. En teatro colaboró, en casi todas las obras, con su hermano Manuel. También hizo adaptaciones al teatro de autores clásicos
   Algunas de sus poesías de su libro “Cantares” han sido popularizadas, conocidas por el pueblo a través de la música. Es el caso del disco que Joan Manuel Serrat gravó: “Dedicado a Antonio Machado, poeta” (1969). En este L.P. hay canciones que se han convertido en auténticos himnos: “Cantares”, “la saeta”, “españolito”,   “a un olmo seco”, “he andado muchos caminos”…    
   La “Escuela de Adultos   “Clara Campoamor”, después de la visita a su tumba en Colliure (Francia), el 22 de Octubre del 2011, quiere, queremos profesores y alumnos, revivir su obra.
   Reivindicar su memoria en este 75 aniversario de su muerte. Como a él le     hubiera gustado: trabajando la crítica, la cultura, el pensamiento desde la Escuela Pública.
   Con él recordamos los valores de la República, de la Democracia, a tantos “hombres y mujeres   buenos”, cultos y comprometidos que murieron, aquí y en el exilio, por los derechos y libertades del pueblo.
             Mariano Jurado Arcos, Aldaia 11 de abril de 2014.

                                   
Lectura de Juan de Mairena
“De ningún modo quisiera yo –habla Juan de Mairena a sus alumnos– educaros para señoritos, para hombres que eludan el trabajo con que se gana el pan. Hemos llegado ya a una plena conciencia de la dignidad esencial, de la suprema aristocracia del hombre; y de todo privilegio de clase pensamos que no podrá sostenerse en lo futuro. Porque si el hombre, como nosotros creemos, de acuerdo con la ética popular, no lleva sobre sí valor más alto que el de ser hombre, el aventajamiento de un grupo social sobre otro carece de fundamento moral. De la gran experiencia cristiana todavía en curso, es ésta una consecuencia ineludible, a la cual ha llegado el pueblo, como de costumbre, antes que nuestros doctores. El divino Platón filosofaba sobre los hombros de los esclavos. Para nosotros es esto éticamente imposible. Porque nada nos autoriza ya a arrojar sobre la espalda de nuestro prójimo las faenas de pan llevar, el trabajo marcado con el signo de la necesidad, mientras nosotros vacamos a las altas y libres actividades del espíritu, que son las específicamente humanas. No. El trabajo propiamente dicho, la actividad que se realiza por necesidad ineluctable de nuestro destino, en circunstancias obligadas de lugar y de tiempo, puede coincidir o no coincidir con nuestra vocación. Esta coincidencia se da unas veces, otras no; en algunos casos es imposible que se produzca. Pensad en las faenas de las minas, en la limpieza y dragado de las alcantarillas, en muchas labores de oficina, tan embrutecedoras... Lo necesario es trabajar, de ningún modo la coincidencia del trabajo con la vocación del que lo realiza. Y este trabajo necesario que, lejos de enaltecer al hombre, le humilla, y aun pudiera degradarle, el que debe repartirse por igual entre todos, para que todos puedan disponer del tiempo preciso y la energía necesaria que requieren las actividades libres, ni superfluas ni parasitarias, merced a las cuales el hombre se aventaja a los otros primates. Si queda esto bien asentado entre nosotros, podremos pasar a examinar cuánto hay de supersticioso en el culto apologético del trabajo. Quede para otro día, en que hablaremos de los ejércitos del trabajo”.

“Escribir para el pueblo –decía mi maestro– ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos, claro está, de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas inagotables que no acabamos nunca de conocer. Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España; Shakespeare, en Inglaterra; Tolstoi, en Rusia. Es el milagro de los genios de la palabra. Por eso yo no he pasado de folklorista, aprendiz, a mi modo, de saber popular. Siempre que advirtáis un tono seguro en mis palabras, pensad que os estoy enseñando algo que creo haber aprendido del pueblo”.        
Antonio Machado-Sevilla (26/07/1875), Colliure (22/02/1939).