En el entorno del Poblado de San Julián podemos disfrutar de bellas rutas que nos adentran en rincones y parajes llenos de encanto desde donde abundan diversas perspectivas singulares de los hermosos y fértiles paisajes que conforma nuestro Guadalquivir con sus vegas y quebradas aledañas plantadas de olivares, unas de tonos rojizos si miramos hacia la sierra y otras de colores pardos si dirigimos nuestra mirada hacia la campiña. Una visión de este escenario privilegiado, ungido con la gracia de la fertilidad, nos acompañará a un lado y a otro del camino que desde el cerro Pimiento, nos lleva hacia el apeadero de Los Siles, en el pago de La Aragonesa.
Si miramos a la derecha nos recrearemos con el verdor de las vistas de las fértiles vegas de San Julián, en las cercanías de Casas Nuevas, y si lo hacemos hacia la izquierda con las suaves colinas campiñegas plantadas de hermosos olivares. Entre el camino y estos olivares la presencia, siempre perenne, del viejo ferrocarril de Andalucía que aprovechando el corredor natural abierto por el río nos indica que estamos en tierra de paso y de trasiego de culturas desde tiempos inmemoriales. Es posible que nos sorprenda en nuestro paseo el transcurrir de un tren de mercancías, con su traqueteo tradicional, transportando esos enormes contenedores repletos de productos de consumo demandados, a diario, por los grandes centros de consumo continental.
Esta vía férrea, que nunca nos abandonará en nuestro caminar, vino a simbolizar, en cierto modo, la llegada de la modernidad que la revolución industrial supuso para nuestra tierra en la segunda mitad del siglo XIX; sirvió, igualmente, para situar a Marmolejo, junto a las más importantes arterias de comunicación entre la Meseta Castellana y el sur, permitiendo, valga la redundancia, una comunicación más rápida y frecuente con nuestro entorno geográfico o el acceso a sus tajos de muchos jornaleros del campo que marchaban por temporadas a las siegas de las campiñas cordobesas o al verdeo de los olivares sevillanos.
Era obvio que ese protagonismo lo había perdido Marmolejo tiempo atrás, con la construcción del viejo arrecife de Andalucía (General vieja) por parajes tangenciales a nuestro término municipal (Montecillo, Valdivia, Santa Cecilia y Los Cipreses), pero el nuevo camino de hierro nos volvía a hacer sentir de cerca el pulso del país con su trajín diario de trasbordo de viajeros y mercancías.
Pero detengámonos brevemente en la historia de este ferrocarril que, como todos sabemos, sigue presente en el latir diario del Poblado de San Julián y del propio Marmolejo aunque en las últimas décadas haya perdido el protagonismo de antaño.
El ferrocarril de Andalucía en el tramo que nos compete, fue construido por la Compañía de Ferrocarriles del Madrid-Zaragoza-Alicante, más conocida como la MZA. Esta empresa española fue constituida en 1856 y en ella fueron los más importantes accionistas los Rothschild, familia de banqueros parisinos de origen judeo-alemán. Partiendo de sus primeras concesiones ferroviarias se extendió hasta hacerse con algunas de las líneas principales de Extremadura, Castilla-La Mancha, Andalucía o Levante. La MZA fue también la que construyó la estación de Atocha en 1851, o la de Plaza de Armas en Sevilla en 1901.
Su fundación tiene origen en la subasta para construir el Madrid-Zaragoza asociándose para ello con la compañía del Marqués de Salamanca, propietario por entonces del Madrid-Alicante. MZA fue creada oficialmente el 31 de diciembre de 1856 con un capital de 456 millones de reales, reuniéndose su consejo de administración, por primera vez, el 16 de enero de 1857; en el mismo aparecen personalidades como el político liberal Alejandro Mon, ministro de Hacienda con Isabel II y Presidente del Gobierno en 1864, o el mismo marqués de Salamanca, (José María Salamanca Mayol; 1811-1887); además dispuso de un Comité Central de Dirección con sede en París, dado el origen de sus principales accionistas.
El 30 de marzo de 1859 una ley decide la creación de una nueva línea de Andalucía, desde Manzanares a Málaga y Granada. Al estar ya ejecutado el ferrocarril Madrid-Manzanares desde 1860, la MZA decidía tomar este punto como partida para la nueva línea hacía el sur. El nuevo proyecto se fraccionó para su ejecución en cuatro secciones: 1ª) Manzanares-Andújar; 2ª) Andújar-Córdoba; 3ª) Córdoba a Málaga; 4ª) Campillos a Granada. A la compañía MZA le interesaba ejecutar las dos primeras secciones, de más fácil realización, aunque contara con el complicado paso de Despeñaperros, por eso temía que en libre subasta se le pudieran escapar de sus manos alguna de ellas a favor de los empresarios malagueños Loring, Heredia Hijos, y Larios.
Gracias a la colaboración gubernamental fruto de las presiones ejercidas por los miembros de su consejo de Administración de MZA lograba la unificación de los dos tramos así como su adjudicación en la subasta celebrada el 20 de octubre de 1860. El grupo de empresarios malagueños obtendría la ejecución del Córdoba-Málaga y el Bobadilla-Granada que a partir de 1878 sería gestionada por la recién creada compañía de Ferrocarriles Andaluces en la que se encontraban como principales accionistas el malagueño Jorge Loring, su cuñado el político conservador Francisco Silvela, y el empresario sevillano Joaquín de la Gándara.
Esta obra del gobierno de Isabel II fue larga y supuso el empleo de mucha mano de obra jornalera proveniente en su mayoría los pueblos por donde iba a discurrir el ferrocarril. Los desniveles a superar, necesitaron también del recurso a medios de transporte de tracción animal aportados por los lugareños que hubieron de trabajar duro en largas jornadas de sol a sol en la construcción de los elevados taludes y de las alcantarillas de drenaje. Sabemos, por ejemplo que la cifra de obreros que trabajaron, en la construcción del Sevilla-Córdoba (iniciado en 1857 por la compañía de capital francés “Crédito Mobiliario Francés”), ascendió a más 3000 para la ejecución de los tramos Sevilla-Lora del Río y Lora del Río –Córdoba.
Los primeros raíles colocados fueron de hierro y tuvieron que ser reemplazados en 1871 por otros de acero mucho más resistentes al peso de los trenes y a los cambios de temperatura. El tránsito del ferrocarril con el inconfundible silbar de las primeras máquinas de vapor por nuestro término municipal, a través de la vega del salado de Arjona; vega de Ropero (donde se ubicaría la estación de Marmolejo), Cortijo de San Julián, Fuente de la Zarza y cortijo de los Siles, se convertiría en algo usual y cotidiano en las vidas de los marmolejeños/as.
Finalmente quiero recordar algunas referencias gráficas en relación al apeadero de Los Siles en donde antiguamente se ubicaba una pequeña estación con algunas pequeñas construcciones para los empleados del ferrocarril.
Lugar donde se ubicaba el antiguo apeadero de "Los Siles".
La primera hace alusión a la gran inundación sufrida en diciembre de 1925 a causa de las fuertes lluvias de aquel otoño. Varios diarios como el Heraldo de Madrid, El Imparcial y La Libertad, de 22 de diciembre, dieron cuenta en sus páginas de las penurias pasadas de los habitantes del apeadero que como consecuencia del desbordamiento del arroyo de Andújar, tuvieron que subirse a los tejados de las casas en espera de las barquillas de salvamento. En igual aprieto se encontraron los vecinos de la presa de Casas Nuevas y de los cortijos de San Julián por la enorme subida del Guadalquivir.
Varios vecinos de Marmolejo, entre ellos el joven José Vicaria Blanco, barquero de oficio, fueron a socorrer con sus barcas, exponiendo sus vidas por la fuerza del agua, a estas familias de damnificados, acción posteriormente reconocida por el rey Alfonso XIII, dada la resonancia del hecho y la magnitud de la crecida que llegó a inundar, incluso, la plaza de la Constitución de la cercana Villa del Río.
Otra noticia, esta vez del “Día” (diario defensor de los intereses de Alicante) daba cuenta el 14 de septiembre de 1928 del accidente sufrido por el obrero de la MZA, Pedro Gil Verdejo, de 51 años, que resultó con la pierna izquierda cortada y una herida en el pie derecho. “En Villa del Río fue asistido el infeliz obrero, siendo su estado calificado de muy grave”, añadía la nota de prensa.
En la actualidad el viejo edificio de la estación, su cantina, donde probablemente concurrieran los lugareños del poblado pago de la Aragonesa para echar un rato de tertulia y asueto, así como las hermosas acacias que daban sombra a sus andenes, han desparecido para siempre.
"Arroyo Andújar a su paso por la casería de "Los Siles".
Como vemos, el progreso impone la implacable ley del olvido y el abandono aunque, bien es verdad, que siempre habrá alguien, por ahí, dispuesto a contar nuestro pasado por menos transcendente que nos parezca.
Marmolejo, 13 de agosto de 2012.
Manuel Perales Solís